Que todo cambia es una verdad irrefutable. Nada tiene la capacidad de permanecer en el mismo estado en el cual se creó. Partiendo de esta afirmación sería más fácil entender que, cuando alguien evoluciona, casi con toda seguridad, también evoluciona todo a su alrededor. Cuando tratamos de ser mejores de lo que somos, todo a nuestro alrededor también se vuelve mejor. Al menos, esta idea está muy extendida por la literatura psicológica. Eres libre de elegir, para tomar tus propias decisiones, aunque solo tú las entiendas.
Aprender algo significa entrar en contacto con un mundo desconocido, en donde las cosas más simples son las más extraordinarias. Atrévete a cambiar. No temas los retos, insiste una y otra vez. Recuerda que sin creer en lo que estás haciendo se puede perder una batalla que ya parecía ganada. No te des por vencido. Acuérdate de saber siempre lo que quieres y empieza de nuevo. El secreto está en no tener miedo a equivocarte. La humildad es también un requisito para aprender. Ten paciencia para encontrar el momento exacto y felicítate por tus propios logros y si esto no fuera suficiente analiza las causas, e inténtalo con más fuerzas. No lo digo yo. Hazlo.
Estamos viviendo una época donde el desaliento y la frustración se apoderan con facilidad de nosotros. La preocupación y la ansiedad nos invade y la desesperación se convierte en nuestra compañera de viaje. Quizás, no podamos cambiar la realidad de las cosas, pero sí podemos cambiar nuestra perspectiva acerca de ellas. Piensa que un remedio útil es trabajar nuestra motivación. Aunque no logres alcanzar tu objetivo, puedes sentirte bien con el simple hecho de haber realizado el esfuerzo. Piensa que con el esfuerzo el éxito es más probable. ¿Qué pasaría, entonces, si al esfuerzo le añades motivación?.
Sin duda alguna, son tiempos malos los que corren. Desgraciadamente muchas personas lo están pasando muy mal. En las páginas de un periódico pude leer recientemente que cada vez acudían más personas a las consultas de psicología. ¿Qué hacer contra tanto inconveniente y contra tanta injusticia? Pude aprender del Dalai Lama que a lo que ya es malo de por sí, muchos de nosotros, le añadimos más sufrimiento. A esto lo llama él sufrimiento autoinflingido. Otro día me extenderé en explicar la importancia de aceptar el sufrimiento como un hecho natural de la existencia humana, pero hoy no toca eso. Lo que quiero explicar es que hay muchas formas de contribuir activamente a experimentar inquietud mental y sufrimiento. Aunque generalmente las aflicciones mentales y emocionales tienen causas externas, somos nosotros quienes las empeoramos (hablo de las emociones no de los hechos). Muchos sufrimientos son inevitables, pero otros tienen su causa en nosotros mismos. A modo de ejemplo, si pensamos en las injusticias de que hemos sido objeto y seguimos pensando en ellas una y otra vez, avivamos el odio, convirtiéndolo en algo muy intenso. Lo mismo puede decirse cuando sentimos apego por alguien; podemos alimentar el sentimiento pensando continuamente en lo bonita o guapa que está esa persona, y así el apego se hace más y más fuerte. ESO DEMUESTRA QUE PODEMOS CULTIVAR NUESTRAS EMOCIONES. De este modo, creo que en buena medida el sufrimiento depende de cómo se responda ante una situación dada.
En uno de esos libros que caen en mis manos de vez en cuando, sobre adolescentes, me he encontrado un texto donde explican dos conceptos importantes en la relación de entre padres e hijos, como son la vinculación y la flexibilidad. Dice el texto que «la vinculación emocional y la flexibilidad familiar constituyen dos fuerzas particularmente importantes para el funcionamiento adecuado del sistema familiar». La vinculación emocional promueve el sentimiento de pertenencia a la unidad familiar al existir proximidad afectiva entre sus miembros. confianza, aprecio, apoyo, intregración y respeto por la individualidad. Los adolescentes que mantienen con sus padres una relación de cariño y confianza, además de sentirse más seguros de sí mismos, saben respetar a los demás y establecer vínculos positivos con las personas. Por su parte, la flexibilidad familiar se relaciona con la capacidad del sistema familiar para cambiar su estructura y funcionamiento en respuesta a las demandas internas y externas que inciden en él. La flexibilidad implica, por tanto, una transformación constante de las interacciones y de las reglas familiares capaces de mantener, por una parte, la continuidad de la familia y, por otra, permitir el crecimiento de sus miembros. La identidad del adolescente está ligada a lo que hace y deja de hacer, lo que depende en parte de la flexibilidad familiar, es decir, de los límites que establecen los padres y de su capacidad para modificarlos según las necesidades evolutivas del hijo.
Muchos se preguntan si el estrés afecta a todos por igual. La respuesta es sencilla. Es individual porque se producen diferencias entre las personas en tres factores: los estresores, el organismo y las reacciones ante el estrés. En primer lugar, cada persona tiene sus propios estresores y éstos no son en absolutos generalizables (hay excepciones como los ruidos fuertes o el calor). Por ejemplo, unas personas afirman que hablar en público es algo estresante y esto le puede suceder a muchos otros, pero seguro que también conocemos a alguien a quien no le moleste hablar en público. También, podemos conocer gente que responda, que si bien al principio le costaba trabajo hacerlo, con práctica y experiencia, han podido solucionar ese problema. En un segundo lugar está el organismo. Cada cual tiene su propio organismo con una mayor o menor resistencia al estrés. Hay personas con mucha facilidad para alterarse y siempre van sobrecargadas, mientras que las hay que aguantan niveles elevados de estrés sin inmutarse. Por último, la reacción al estrés puede manifestarse a nivel vegetativo (sudoración, dolor de estómago o sonrojarse), mientras que otros lo hacen a nivel subjetivo (sentimientos de impotencia, miedo o escasa tolerencia a la frustración).
Seria bueno, por tanto, que profundizáramos acerca de «nuestros fantasmas particulares», es decir, en nuestros propios estresores y en nuestra forma de reacionar ante ellos. Reconocerlos podría hacernos pervenir las consecuencias negativas que se derivan de ellos.
Nuestro cuerpo rebosa de vida. Sabías que en el espacio de un minuto, nuestro corazón bombea casi un litro de sangre, nuestros ojos parpadean 24 veces y respiramos 12 veces. Cada una de nuestras funciones corporales siguen su propio ritmo natural, que en su conjunto reciben el nombre de RITMOS CIRCADIANOS. Pero, te has preguntado ¿qué es lo que permite que todo funcione a la vez?
Se cree que el factor coordinador es una especie de «reloj central» situado en un pequeño grupo de células nerviosas que se hallan dentro del hipotálamo cerebral. Este reloj fue accionado por el reloj central de nuestra madre hacia el séptimo mes de embarazo, y la luz solar que llega a la retina lo mantiene sincronizado al transmitir señales directamente al hipotálamo.
Pues bien, una de las funciones vitales de su reloj corporal consiste en establecer el ritmo diario que determina cuándo dormimos, cuándo nos despertamos y cuándo nos sentimos más activos.
Buenos días, acabamos de publicar nuestra nueva página web del Gabinete. Podéis entrar en la siguiente dirección, http://www.arroyonervion.es y http://www.arroyonervion.com
Hemos trabajado mucho para conseguir explicar a través de las distintas pestañas de la web y a través de los símbolos de cada terapia lo que realmente hacemos en nuestras sesiones de psicología. Pero, nos gustaría saber, ¿tú que piensas?
Esperamos tu opinión.
Aunque pueda parecer lo contrario, el aprendizaje no termina cuando abandonamos la escuela. Para muchas personas, ese día es cuando el deseo de aprender comienza. La libertad para estudiar lo que uno quiere, cuando quiere y donde quiere estimula el deseo de aprender. En muchos de nosotros el estudio voluntario nos ha hecho aprender muy por encima de lo esperado. Según Alan B. Knox, doctor en educación en la universidad de Wisconsin, eso se debe a que no hay nadie que les diga lo que tienen que hacer. La educación de adultos ofrece la libertad de escoger lo que uno quiere aprender y cómo hacerlo. En esto radica el secreto de un aprendizaje fácil y divertido. Las presiones que hemos recibido durante nuestra educación formal ya no existen. Somos libres de complacernos solos a nosotros mismos.
Conviene saber que la mayoría de las decisiones que tomaremos a la largo de la vida no serán definitivas. Lógicamente estamos hablando de las malas y de las buenas. Todos nos hemos alegrado alguna vez de haber tomado una decisión correcta de la cual nos hemos sentido orgullosos y que volveríamos a decidir de igual forma en el caso de tener que tomarla de nuevo. Por el contrario, nos habremos atormentado, alguna que otra vez, preguntándonos si una determinada decisión fue la acertada. La pregunta es ¿cuántas veces las cosas no salen como uno querría, aun cuando hemos tomado las mejores decisiones? Según el doctor Paul Slovic, doctor en Filosofía, profesor de psicología en la Universidad de Oregón, muchos de nosotros especialmente en el mundo occidental, nos regimos según el criterio de que para cada problema existe una respuesta adecuada. Creemos que si pensamos con tiempo y detenimiento acabaremos dando con la respuesta adecuada. Pero, ¿qué pasa si esto no ocurre como nosotros esperábamos? Claro, empezaremos a creer que hemos tomado una mala decisión y nos sentiremos mal por eso. En oriente, el criterio es más llevadero. No creen en decisiones buenas y malas. Tienden a tomar la mejor decisión que en ese solo momento son capaces de tomar ya que eso es lo que cada uno puede hacer. Entonces, si nosotros fuésemos capaces de desarrollar esta actitud, seguramente, viviríamos más cómodos con nuestras propias decisiones. Confucio dijo: » No hay necesidad de hablar sobre lo que se ha hecho, como no hay necesidad de culparse de lo que ya ha pasado». ¿Qué piensas ahora? ¿Tomarás decisiones aun a riesgo de equivocarte? Recuerda, en la mayoría de las ocasiones el error es esencial para el aprendizaje.
Me ha llamado la atención que las personas de la calle tienen formada una idea acerca de lo que para ellos es un «intelectual ideal». Todo viene porque hace algunos años, un equipo de varios científicos que estudiaban el tema del cociente intelectual efectuó una encuesta entre personas de clase media sobre cuáles creían que eran las características de una persona inteligente. Lo que descubrieron es que todas las personas tenían un ideal preconcebido de cómo una persona inteligente actuaba con las demás. También descubrieron que esa noción era relativamente similar entre los encuestados. Los científicos elaboraron una lista de rasgos que las personas atribuyeron a lo que consideraban una persona inteligente. Estos fueron: Aceptaban a los demás tal y como eran, admitían sus propios errores, demostraban un interés por el mundo en general, llegaban a tiempo a las citas, tenían conciencia social, pensaban antes de hablar o actuar, demostraban curiosidad, no juzgaban a la ligera, eran sensibles a las necesidades de otras personas y eran francas y honestas consigo mismas y con los demás. El estudio terminaba con la advertencia de estos científicos acerca que de estas características no son necesariamente rasgos auténticos de la personalidad inteligente. ¿Tú que piensas?